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5. La pasajera (Pasazerka, 1963), de Andrzej Munk
Liza (Aleksandra Slaska), una de las encargadas de la vigilancia en el campo. Al regresar en barco a Alemania, años después de los hechos, cree descubrir en el rostro de otra pasajera a una de sus antiguas prisioneras, Marta (Anna Ciepielewska), a la que creía muerta. Liza recuerda entonces los días pasados en el campo de concentración y la inusual relación que entabló con Marta, a la que supuestamente ayudó y protegió.
Ese recuerdo, ese flashback que ocupa casi todo el metraje, nos muestra, por un lado, el escalofriante y vejatorio trato que se les daba a los prisioneros y, por otro, a una Liza en parte también víctima de las circunstancias, pero el hecho de que la película esté inconclusa nos impide terminar de saber cómo fue realmente la relación entre las dos mujeres, si la memoria de Liza es fiel a lo que ocurrió o es traicionada por la vergüenza e, incluso, si la pasajera es o no Marta.
6. Diamantes de la noche (Démanty noci, 1964), del checo Jan Němec
Narra la historia de dos chicos judíos que escapan de un tren que los transportaba a un campo de concentración nazi. A pesar de librarse de entrar al campo, son capturados por un grupo de veteranos guardabosques que los ridiculizan, al tiempo que los prisioneros intentan evadirse del drama que viven con sus recuerdos de libertad.
Debut en la dirección de Jan Nemec, que adapta una novela de Arnost Lustig prescindiendo casi totalmente de los diálogos, dejando el argumento en puro esqueleto para entregar sensaciones elementales de agobio y supervivencia, de curiosos consuelos, con tintes a veces surrealistas. Ahí están para demostrarlo los planos de manos y rostro invadidos por las hormigas que retrotraen a Luis Bunuel, cineasta muy admirado por Nemec; o el curioso contraste entre los ancianos perseguidores –probablemente alemanes de los Sudetes, que colaboran con los ocupantes– y los chicos. Se trata de una película sobria e impactante, que en poco más de una hora de metraje crea la buscada atmósfera subjetiva. La película va más allá de los de la guerra y el anti nazismo, para preocuparse por la lucha de un hombre por preservar su dignidad humana.
7. La tienda en la calle Mayor (Obchod na korze, 1965), de Ján Kadár y Elmar Klos
Una pequeña ciudad eslovaca, año 1942. El humilde carpintero Anton Brtko (Jozef Króner) intenta llevar una vida apacible ignorando a los seguidores de los nazis, que tratan de imponer su disciplina a la comunidad y erigir una absurda pirámide de madera en honor a la victoria. Sin embargo, las reprimendas de su esposa Evelyn (Hana Slivková) y las burlas de su cuñado Markus (Frantisek Zvarík), un caudillo fascista local, no le permiten vivir en paz. Cuando Markus le ofrece hacerse cargo, en calidad de ario, de la mercería de la anciana Sra. Lautmann (Ida Kaminská), su vida queda trastocada. Mientras Evelyn se ilusiona con la idea de enriquecerse, Anton intenta que la Sra. Lautmann comprenda que tiene que renunciar a su negocio por ser judía; a pesar de lo cual entre ambos surge una relación de ternura y comprensión mutua. Las situaciones cómicas en la tienda se suceden mientras la fiebre antisemita se va intensificando en el exterior.
La película, adaptación de la novela de Ladislav Grosman, aborda el drama de la persecución de los judíos en la Eslovaquia fascista durante la Segunda Guerra Mundial. Después de su lanzamiento y buena acogida por parte del público y la crítica, el filme fue ganador con el premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa de 1965. Tiene un tono tragicómico, agridulce, pues al principio se juega con la pusilanimidad de Tono y el despiste de la señora Lautman, lo que da pie a algún momento humorístico. Pero a medida que avanza la trama, y se estrecha la relación, amenazan sombras de tragedia, pues la deportación de los judíos es inminente. La película resulta muy eficaz en la denuncia del holocausto, al fijar la atención en un caso concreto, y mostrar los efectos demoledores que tiene, no sólo en la víctima, sino en el supuesto beneficiario de su desgracia. Las puntuales escenas oníricas nos hablan de un mundo ideal donde uno y otra serían felices, y se cumpliría la máxima de la señora Lautman "Un corazón en paz es un don de Dios"; pero la realidad apunta a derroteros menos halagüeños.
8. Cold Days (Hideg napok, 1966), de András Kovács
Ambientada en 1946, esta película trata sobre la planificación y ejecución de la masacre de Novi Sad de enero de 1942 de 4.000 serbios y judíos yugoslavos por parte de unidades del ejército húngaro. Se llevó a cabo como represalia por una emboscada partidista (en la que fueron asesinados a tiros 17 soldados). Y se explora principalmente a través de las reminiscencias de cuatro participantes: el mayor Buky, el teniente Tarpataki, el alférez Pozdor y el cabo Szabonow, compañeros de celda en espera de juicio. Sin embargo, en última instancia, lo que se obtiene es un amplio debate sobre cuestiones de responsabilidad individual.
La película de Andras Kovacs, considerada una de las películas húngaras más importantes de los años 1960, se centra en cuatro hombres que esperan juicio por su participación en la masacre de varios miles de judíos y serbios de Novi Sad en 1942. Cada uno niega cualquier responsabilidad, afirmando que sólo estaban siguiendo órdenes. La película es importante por su voluntad de abordar el tema del papel de Hungría en la Segunda Guerra Mundial, que era tabú en el momento de su estreno.
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