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- La parada de los monstruos (Freaks, 1932) de Tod Browning. Wallace Ford y Leila Hyams encabezan el reparto de esta extravagante pero genial película, joya absoluta del séptimo arte que fue denostada en su tiempo por el gran público pero reivindicada en los años 1960 por los jóvenes y renovadores críticos franceses, revisitada por la crítica internacional en los 1970 y alabada como "obra de culto" desde los años 1980. Seres deformes físicamente pero emocional y sentimentalmente válidos, sobreviven en un mundo que les desprecia/teme/exhibe, con una imposible historia de amor como motor co-impulsor de la trama.
- La llama eterna (Smilin' Through, 1932) de Sidney Franklin. Lujosa, perfecta y deliciosa producción del propio Irving Thalberg en persona, para mayor gloria de su esposa, la ya en aquel momento estrella del estudio Norma Shearer. Decorados, guion, música y puesta en escena redondean los resultados artísticos de esta enorme película, que el paso del tiempo ha convertido merecidamente en todo un clásico.
- Cena a las ocho (Dinner at Eight, 1933), de George Cukor. Obra teatral del imprescindible George S. Kaufman sobre cómo afecta a varios personajes pertenecientes a la clase alta el desplome de la bolsa (crack económico del año 1929) en Wall Street, Cukor la traslada a la gran pantalla dejándonos uno de los títulos más míticos de la década, de cuidadísima elaboración, grandes interpretaciones y enorme eco de crítica y público. El reparto incluye a lo mejor de la época (John y Lionel Barrymore, Jean Harlow, Wallace Beery, Marie Dressler, etc.).
- La reina Cristina de Suecia (Queen Christina, 1933) de Rouben Mamoulian. La inmortalización definitiva de Greta Garbo -si es que hacía falta- con, para muchos, su mejor y más brillante composición al lado de su examante y ya ex-estrella con la llegada del sonoro John Gilbert. Una auténtica lección de cine de manos de un director actualmente olvidado, donde estética, plasticidad visual y narrativa cinematográfica se funden en un envoltorio inolvidable.
- Las vírgenes de Wimpole Street (The Barretts of Wimpole Street, 1934), de Sidney Franklin. Dos nominaciones a los Oscar para la película y para la actriz Norma Shearer. El film se basa en una obra teatral de Rudolf Besier y el director Sidney Franklin dirigió una prestigiosa adaptación con Charles Laughton como el padre que hacía la vida imposible a una sufridora Norma Shearer, en un reparto que contaba también con Fredric March y Maureen O'Sullivan. Más adelante, Franklin volvió a dirigir otra versión en 1957 con Jennifer Jones y John Gielgud. Esta producción del todopoderoso Irving Thalberg, impuso a su mujer, Norma Shearer, para el papel principal en detrimento de Marion Davies (la amante del no menos magnate William Randolph Hearts). El película tuvo nominaciones al Oscar a la mejor película y actriz principal.
- La cena de los acusados (The Thin Man, 1934), de W.S. Van Dyke, incluyendo sus continuaciones. La primera de una serie de seis comedias de misterio, todas ellas protagonizadas por William Powell y Myrna Loy, en el papel del matrimonio de detectives formado por Nick y Nora Charles. Rodada en sólo una semana por W.S. Van Dyke (un cineasta a quien se conocía por el mote de “una toma” por su escasa inclinación a repetir las secuencias), se convirtió, sin embargo, en la quintaesencia de la comedia de misterio sofisticada. Como en las dos siguientes películas de la saga, el guión hay que atribuírselo a Dashiell Hammett.
- La viuda alegre (The Merry Widow, 1934), de Ernst Lubitsch.La libre adaptación que hizo el maestro de la comedia, Ernst Lubitsch, de la opereta La Viuda Alegre no es solo una de sus mejores películas sino que es posiblemente la que mejor explota su estilo personal y ese «toque Lubistch» tan admirado por posteriores cineastas como Billy Wilder, su alumno más aventajado. La película ganó un Oscar por su dirección artística.
- La isla del tesoro (Treasure Island, 1934), de Victor Fleming. Una de las mejores adaptaciones al cine del clásico de la novela de aventuras escrito por Robert Louis Stevenson, dirigida por Victor Fleming. Wallace Beery y el actor infantil Jackie Cooper, una pareja que tres años antes ya había conseguido un gran éxito con la cinta de King Vidor El campeón, volvieron a formar dúo, esta vez en los entrañables personajes de John Silver "El Largo" y Jim Hawkins.
- Había una vez dos héroes (Babes in Toyland, 1934), de Gus Meins y Charley Rogers. Tercera película, basada en alguna opereta, en que aparecieron, Laurel & Hardy. Las dos primeras fueron, Fra Diávolo, basada en la composición de Daniel-Francoise Auber; y seguidamente, The Bohemian Girl, inspirada en la obra homónima de, M. W. Balfe. Había una vez dos héróes es una adaptación bastante cercana de la opereta, Babes in Toyland, escrita y compuesta, en 1903, por el irlandés-estadounidense, Victor Herbert (1859-1924), de la que se han eliminado, unas cuantas canciones y algunas situaciones, con el objetivo de acercarla mucho más a los muchachos, permitiendo a la vez que, Laurel & Hardy, lograsen un protagonismo, quizás superior, al que tuvieron en sus anteriores operetas.
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