No preste sus pañuelos: Contagio (Contagion, 2011), de Steven Soderbergh
De repente, sin saber cuál es su origen, aunque todo hace sospechar que comienza con el viaje de una norteamericana a un casino de Hong Kong, un virus mortal comienza a propagarse por todo el mundo. En pocos días, la enfermedad empieza a diezmar a la población. El contagio se produce por mero contacto entre los seres humanos. Un thriller realista y sin efectos especiales sobre los efectos de una epidemia.
La película, por su abundancia de personajes secundarios -¡qué gran reparto!-, de los que se muestran sus reacciones ante una situación extrema, se encuadra dentro del subgénero catastrofista, pero hay que reconocer que Soderbergh sabe inyectarle cualidades especiales. Juega mucho el director con un ritmo endiablado, donde partitura musical y sonidos múltiples extraños contribuyen a una atmósfera desasosegante e incómoda muy adecuada. Sin duda que el desarrollo de una carrera fílmica que se mueve entre lo más o menos experimental y lo comercial, le ha ayudado a lograr aquí la perfecta mezcla que configura una película diferente que atrapa. Una de las películas más vistas durante la primera ola de la pandemia de Covid-19, prueba menos de masoquismo que de la fuerza catártica de la ficción. ¡Rara vez una superproducción anticipada ha sido tan visionaria, con diez años de antelación!
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