sábado, 19 de octubre de 2024

La saga “The Fast and the Furious” está en Netflix: centrémonos en cinco entregas notables, para bien… y para mal (IV)

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La que hay que rehabilitar necesariamente: The Fast and The Furious: A todo gas (The Fast and the Furious, 2001), de Rob Cohen

Una misteriosa banda de delincuentes se dedica a robar camiones en marcha desde vehículos deportivos. La policía decide infiltrar un hombre en el mundo de las carreras ilegales para descubrir posibles sospechosos. El joven y apuesto Brian entra en el mundo del tunning donde conoce a Dominic, rey indiscutible de este mundo y sospechoso número uno, pero todo se complicará cuando se enamore de su hermana.
Paul Walker y Vin Diesel en The Fast and the Furious (A todo gas) (2001)
En este sólido thriller de entramado clásico, dirigido por el ya veterano Rob Cohen, las carreras callejeras ilegales sirven de telón de fondo. Lo que importa es la infiltración de un policía (Paul Walker) entre un grupo de atracadores de camiones. En retrospectiva, este primer ensayo adquiere la apariencia de un documento etnográfico sobre la moda de época (autos tuneados, espectadores con trajes cortos). Secuencias menos machistas de lo que parecen, donde el cineasta no se frota los ojos como sus sucesores – Jordana Brewster, en un baño, arroja su camiseta a la cámara.
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