En las pantallas no faltan figuras de madres perfectas. Pero Elizabeth Sankey subvierte estas imágenes para explorar el silenciamiento de mujeres que han ido en contra de las expectativas de la sociedad.
"Me imaginé asfixiando a mi hijo con una almohada, tirándolo por la ventana de un tercer piso, ahogándolo en la bañera. Sin embargo, lo amaba más que a nada. Fue aterrador, me sentí muy sola." Frente a la cámara, la directora Elizabeth Sankey ofrece un testimonio difícil y confiesa pensamientos que a menudo se mantienen en silencio. Sin embargo, su caso no es aislado, ya que a su voz se suman las de Milli, Emily, Jude, Sophia quienes desfilan frente a su lente contando su depresión posparto.
"El cine me enseñó que tenía que ser tranquila, bella, dulce […] Una buena madre es joven, inocente, enteramente absorta en el amor que siente por su hijo." En este trabajo, se presenta a relación entre las representaciones cinematográficas de las brujas y la depresión posparto, utilizando imágenes de la historia del cine junto con testimonios personales.
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