Producida por Coppola y Lucas, “Mishima: Una vida en cuatro capítulos”es un retrato biográfico del consagrado autor japonés Yukio Mishima. La película investiga la inquietud interior y las contradicciones de un hombre que trató de alcanzar una imposible armonía entre sí mismo, el arte y la sociedad. La trama se centra en el día en que Mishima conmocionó al mundo, al hacerse en público el seppuku o harakiri (25 de noviembre de 1970), en el Cuartel General del Ejército. El relato está salpicado de flashbacks para contar diversos episodios de su infancia, sus comienzos como escritor, el posterior triunfo profesional, su tranformación en estrella mediática, sus obsesiones por la belleza física y sus ambiguos gustos sexuales, así como la creación de la "Sociedad del Escudo". Los diversos episodios (1. La belleza; 2. Arte; 3. Acción; 4. Armonía de la pluma y la espada) evocan asimismo estilizados fragmentos de sus obras de ficción más reputadas (El pabellón de oro, La casa de Kyoto y Caballos desbocados). La fotografía de John Bailey, los exquisitos decorados y vestuario de Eiko Ishioka y la inolvidable banda sonora de Philip Glass (ganadores todos ellos del Premio a la Mejor Contribución Artística en el Festival de Cannes 1985) convierten la película en un homenaje a los ideales e inquietudes de Mishima y, además, en un audaz trabajo de investigación sobre el arte.
El iconoclasta escritor japonés, que formó una milicia nacionalista antes de cometer seppuku en 1970, habría cumplido 100 años este año. La plataforma Mubi pone en línea el sorprendente anti-biopic que le dedicó el director de American Gigolo, en 1985.
“Es la película por la que seré recordado”, dice Paul Schrader sobre Mishima: Una vida en cuatro capítulos (Mishima: A Life in Four Chapters, 1985). Si el cineasta estadounidense está acostumbrado a declaraciones atronadoras, esta vez nos sumamos a su opinión. Calvinista y cocainista desde hace mucho tiempo, fascinado por Ozu, Dreyer y las armas de fuego, dividido entre la gracia y el caos, lo sagrado y la locura, el puritanismo y la autodestrucción, Schrader sólo podía apasionarse por el japonés Mishima, artista y guerrero, homosexual y virilista, conservador iconoclasta y ultranacionalista. Ambos se centraron en sus obras en hombres solitarios y obsesionados, dispuestos a caer en una violencia ciega: el vigilantismo.
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