sábado, 22 de febrero de 2025

"Buffalo Bill y los indios" vuelve a los cines: cuando Robert Altman desmitificó a un ícono viril del Salvaje Oeste

Ofreciendo una imagen poco favorecedora del famoso cazador de bisontes, la película fue un fracaso cuando se estrenó en 1976. Con Paul Newman interpretando un papel poco habitual, ahora se vuelve a reestrenar en los cines en una versión restaurada.
Paul Newman en Buffalo Bill y los indios (1976)
A medio camino entre dos obras maestras, un fresco coral country. Nashville (1975) y una acuarela bergmaniana Tres mujeres (Three Women, 1977), Buffalo Bill y los indios (Buffalo Bill and the Indians AKA Sitting Bull's History Lesson1976) tiene todos los ingredientes de una película enfermiza, o al menos menor, en la abundante filmografía de Robert Altman (1925-2006). Ritmo lánguido, rechazo de la melancolía, contrauso de estrellas en los créditos: Bob el cáustico no lleva al espectador en la dirección correcta con este nuevo trozo de cultura americana, que cuenta el lado grotesco y poco favorecedor del entorno del salvaje oeste de Buffalo Bill , padre fundador del mundo del espectáculo y protopropagador de noticias falsas en la naciente historia de los Estados Unidos.
Joel Grey, Geraldine Chaplin y Paul Newman en Buffalo Bill y los indios (1976)
Con una peluca larga y rizada que le cae sobre los hombros, siempre entre dos resacas de whisky adulterado, entre dos canarios Castafiore a los que le cuesta honrar, Paul Newman interpreta a un envejecido William F. Cody (el verdadero nombre de Buffalo Bill), lejos del macho alfa exterminador de bisontes que venden las historias de la conquista del Oeste. A diferencia de John Ford en El hombre que mató a Liberty Valance, Robert Altman se niega a publicar la leyenda y quiere retorcerle el cuello de una vez por todas. Divirtiéndose, en primer lugar, poniendo a un icono americano (Paul Newman) en el papel de otro icono americano (Buffalo Bill) para cuestionar el poder de fascinación, seducción y manipulación de dichos iconos sobre el público. Y, por extensión, la responsabilidad de quienes se encargan de contar las historias, con h mayúscula o sin ella, con o sin hacha.
 Paul Newman y Burt Lancaster en Buffalo Bill y los indios (1976)
Un Buffalo Bill alcohólico y un Toro Sentado mudo
La deconstrucción irónica de uno de los mitos fundadores de Estados Unidos comienza en los créditos iniciales, donde Paul Newman es elegido como "la estrella" y Burt Lancaster como "el creador de leyendas". De hecho, este último, disfrazado de viejo sabio de la historia de Occidente, tiene casi la función de un narrador, un antiguo corifeo, encargado de inventar una ficción más bella que la realidad que se nos da a ver.
 Paul Newman, Harvey Keitel y Joel Grey en Buffalo Bill y los indios (1976)
Obviamente, el western, poco espectacular, fue un fracaso. Dino De Laurentiis, el productor, se había apuntado a cabalgatas y tiroteos. Altman le sirvió un Buffalo Bill alcohólico y un Toro Sentado mudo, que hace bailar a su caballo como Bartabas. El financiero italiano y el director estadounidense casi llegan a las manos y, en represalia, Dino confió su próximo proyecto, Ragtime, a Milos Forman.
Buffalo Bill y los indios (1976)
A pesar de los problemas de producción, en la deliciosa "biografía oral" de Mitchell Zuckoff (Robert Altman, 2011) nos enteramos de que el ambiente en el plató era tan colegial como puede serlo, como es habitual en el director de MASH, conocido por transformar sus decorados en campamentos de verano. Paul Newman y Robert Altman compitieron en trucos. Tras ver su camerino lleno de palomitas del suelo al techo, el actor se vengó robando los guantes favoritos del cineasta, que le había regalado una tribu india y que él apreciaba como la niña de sus ojos, para freírlos y servírselos adornados en una caja de comida rápida. ¡Buffalo Bill había refinado su venganza!

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