martes, 4 de marzo de 2025

Clasificamos los 50 César a mejor película, desde la menos convincente a la más magistral (IV)

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35. Todas las mañanas del mundo (Tous les matins du monde, 1991), d’Alain Corneau (César 1992)

La biografía ficticia del violista Jean de Sainte-Colombe y su alumno Marin Marais. Para adaptar la novela de Pascal Quignard, Alain Corneau utiliza planos fijos de belleza pictórica, inspirados en la pintura del siglo XVII. Es muy bonito, pero también un poco rígido, incluso congelado. Pero el principal defecto de esta cuidada producción es que recibió el César en detrimento de Van Gogh de Pialat, quizás la película francesa más bella de los últimos cincuenta años.

34. En busca del fuego (La Guerre du feu, 1981), de Jean-Jacques Annaud (César 1982)

La animalidad, la búsqueda desesperada del fuego... Annaud nos invita a un viaje vertiginoso a través del tiempo , adentrándonos en la prehistoria, para seguir paso a paso las andanzas de tres hombres de las cavernas. El trabajo sobre el lenguaje y la calidad de la fotografía aseguran la coherencia de esta epopeya cautivadora y espectacular.

33. Venus, salón de belleza (Vénus Beauté (Institut), 1999), de Tonie Marshall (César 2000)

La vida cotidiana en un salón de belleza. Tonie Marshall, lo más cerca posible de sus personajes, resalta sus defectos y sus incertidumbres. Debajo del feroz estudio etnográfico, hay ternura y mucho humor. Una película melancólica y bastante eufórica.

32. Amor (Amour, 2012), de Michael Haneke (César 2013)

Ganador de la Palma de Oro 2012, este drama a puerta cerrada cuenta la historia de los últimos meses de una pareja octogenaria (Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, impresionantes) devastada por la enfermedad. Un viaje conmovedor que podría resultar, y todavía podría resultar, irritante. Sobre todo cuando se prefiere la dimensión “mezquina” del cine de Haneke.

31. El odio (La Haine,1995), de Mathieu Kassovitz (César 1996)

La odisea de Vinz, Hub y Saïd, tres granujas en plena juerga en París, se convierte en una pesadilla. Nada ha cambiado. Los suburbios siguen siendo inflamables. Con su estética en blanco y negro ligeramente demasiado pulida, Kassovitz se estableció como un cineasta prometedor, equilibrando realismo y estilo. No siempre lo ha confirmado desde entonces y, en el registro de la "película urbana", Ladj Ly lo ha hecho mejor con Los Miserables (leer más abajo).
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