sábado, 8 de marzo de 2025

“Pépé le Moko” y otras siete películas de Julien Duvivier para redescubrir (II)

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5. Pépé le Moko (1937). Basada en la novela homónima de Henri La Barthe. La policía busca acorralar al capo del millieu (mafia) parisino Pépé le Moko, que se ha refugiado en la Casba de Argel con su banda. Allí es intocable, pero no puede salir sin ser arrestado. Su vida da un vuelco el día en que se enamora de Gaby, una joven demi monde, mantenida por un hombre rico, que pasó allí como turista, representando todo lo que la Casba no es: parisina y sofisticada. De esta relación es celosa Inès, la amante de Pépé. Mientras, el inspector Slimane sigue todo esto con mucho cuidado: cuenta con el desarrollo de este triángulo amoroso para sacar al tipo de su escondite y así ponerlo bajo arresto. Julien Duvivier juega a la ambigüedad entre las fronteras del bien y del mal, e introduce con gran acierto el personaje de una turista, que alimenta las ansias de Pépé por reincorporarse al elegante mundo de París, un perfecto elemento romántico, que contrasta con el amor de la mujer que siempre ha estado enamorada de él. Fue considerada experimental para su época y se le atribuye haber inspirado a otros cineastas, además de tener varias adaptaciones. La película, influida por el cine de gangsters de la Warner, mereció las alabanzas de Graham Greene, que en su época de crítico cinematográfico llegó a decir que Duvivier había logrado "elevar el thriller al nivel de poesía". 
Mireille Balin, Jean Gabin y Lucas Gridoux en Pépé le Moko (1937)
6. El drama de 1937 Carnet de baile (Un carnet de bal, 1937). La trama es muy simple: una joven mujer de apenas treinta y seis años queda súbitamente viuda y reflexiona que su viudez le permite reconsiderar el error que cometió al casarse tan joven y, hallando entre los papeles que va destruyendo de su vida de casada un carnet de baile de su presentación en sociedad a los dieciséis años, veinte años atrás, decide averiguar -como ocupación que alivie su viudez- que haya podido ser de los galantes caballeros que bailaron con ella aquel día que recuerda con cierta romántica nostalgia, no en vano todos le declararon su amor aquel día. Duvivier juega limpiamente con el espectador introduciéndole en una historia en la que el tiempo tiene muchísimo por decir y nos hace partir en un largo viaje al pasado con diferentes etapas siguiendo el orden establecido en un cuaderno de baile veinte años atrás...
Marie Bell y Fernandel en Carnet de baile (1937)
7. El fin del día (Fin de jornada) (La fin de jour, 1939). Notable historia que tiene lugar en una residencia de actores. Un actor, en otro tiempo muy popular, Raphael Saint-Clair, llega al asilo para actores jubilados, en donde se reúne con su anterior rival, Marny. Los internos reviven glorias y fracasos antiguos, incluso viejos celos. Otro residente, Cabrissade, demanda derechos para sus compañeros, pero es humillado cuando el director le informa que los dueños del hogar han retirado el dinero. Amenaza a Cabrissade y sus sufridos compañeros con dispersarlos en asilos dirigidos por el gobierno... Ya desde su título –“El fin de la jornada”–, nos damos cuenta de la carga melancólica del proyecto, sobre todo porque los protagonistas, a pesar de su decadencia, no han dejado de ser altivos y humillar a quien se ponga en su camino. De ahí que toda la historia tenga un componente sombrío y desgarrador, que causó sensación entre el público de la época. Además, el duelo entre Jouvet, Simon y Francen resulta de lo más atractivo.
Louis Jouvet en El fin de la jornada (1939)

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